sábado, 31 de agosto de 2013


TEATRO /  LA HISTORIA DEL SEÑOR SOMMER

De Patrick Suskind, con Carlos Portaluppi. Dirección Guillermo Ghio

Teatro Timbre 4, México 3554, Boedo

 

El bávaro Patrick Suskind, nacido en 1949, es uno de los escritores más interesantes de las últimas décadas, autor entre otras de esa muy buena novela que fue llevada al cine: El Perfume (1985).En la cartelera porteña se están representando dos de sus creaciones: El contrabajo (1981) y la obra que se ha reestrenado y que hoy nos ocupa, La historia del señor Sommer(1991).

Lo virtuoso de su escritura se puede apreciar en este relato de la niñez, contado por el protagonista, un joven entrando en la madurez, que condensa entre delicadas evocaciones, múltiples líneas de desarrollo para hablar de las cicatrices que deja la infancia, la génesis de los miedos, la descripción y análisis de la sociedad alemana de los años sesenta, las obsesiones propias y ajenas. Todo en un monólogo, si se quiere frío, conciso, sintético, pero dicho con toda la emoción posible y arropado por una escenografía y puesta de luces minimalista que aporta calidez, que refleja el proceso que se da en el protagónico, reacomodando sus vivencias y recuerdos, las luces, responsabilidad de Adriana Antonutti y Pablo Armentano, exactas para marcar cortes y climas.

El atribulado personaje, como dijimos, es un adulto, que evoca su pueblo, un paisaje bucólico, los compañeros del colegio, el primer enamoramiento, su familia y muy especialmente una imagen de enorme peso en su, a veces, reticente memoria: el señor Sommer, un extraño personaje del lugar.

El espectador se deja seducir por el humor que poco a poco deviene en tensión que crece.

Hemos visto esta puesta el año pasado, en abril de este año y ahora; es notable como se ha “afinado” el trabajo, la obra fluye naturalmente, se ha logrado una gran precisión con la dirección general de Guillermo Ghio, director y docente de prestigiosa y larga trayectoria, también responsable aquí de la adaptación escénica, espacio escénico (que resuelve con pocos pero importantes elementos) y la selección musical. Hay sutiles acciones como por ejemplo el descorrer al principio de la obra las telas y plásticos que cubren los muebles y el piso del ámbito en refacción donde trascurre la obra y al final de la misma cuando todo vuelve a su lugar. ¿Descorrer  los velos de la memoria?                      .

Mención aparte merece uno de los grandes actores de la actualidad, que cuenta en su haber con  grandes trabajos en cine, teatro y televisión: Carlos Portaluppi, talentoso, de carácter y dueño de una inagotable reserva de matices, que van del susurro a la explosión, con una expresividad fuera de lo común.

 

 

No vamos a decir nada más, ustedes, como espectadores, pueden hacer cada uno su propia lectura de la obra, de eso se trata el hecho teatral, para nosotros una posible puede ser la indagación en los recónditos y a veces obscenos pliegues de la memoria.

El aplauso final en la sala nos ahorra abundar en esta nota con mayores comentarios.

Una obra de calidad, hecha con gran calidad.

ALBERTO DI NARDO

Setiembre 2013

lunes, 5 de agosto de 2013

ATILIO JORGE CASTELPOGGI -POETA-EL AMANTE DE BUENOS AIRES


ATILIO JORGE CASTELPOGGI


 

 

 

 

Como humanos y torpes cronistas, solo nos limitaremos a describir par­cialmente el paso de alguien por este mundo. Sabemos que se corporizó un 18 de Abril (Viernes Santo) del trágico año 1919, en la calle Mármol casi Constitución, en  Boedo, Buenos Aires.

 

En su infancia, feliz y apacible encontraremos las raíces de sus poéticas y evocativas imágenes, uno de los ejes de su obra. 

 

Ramón Columba le preguntó  alguna vez al primer diputado socialista de América: Alfredo L.  Palacios quién lo había iniciado en el socialismo, éste respondió: “En el socialismo me inició mi madre. Ella puso en mis manos el Nuevo Testamento, con el Sermón de la Montaña, y llegó a apasionarme la figura de Jesús. Yo tenía once años de edad”

 

La madre de Castelpoggi: Lidia Núñez , de Gualeguay, Entre Rios, poseía una profunda fe católica y su padre: Atilio Ernesto Aquiles Castelpoggi simpatizaba con las posturas del socialismo de Juan B. Justo. De esa combinación  surgió la religiosidad y  sensibilidad por los humildes que lo acompañó a lo largo de toda su vida.

 

Estudió en el Comercial Hipólito Vieytes, tuvo como compañeros a José Alfredo Guzmán Etcheverry, Juan Trilla y Antonio Cafiero.

Mal alumno de castellano, aprendió a querer la literatura con su profesor: el doctor Florencio Sanguinetti, padre.

 

A los diecinueve años militó en F.O.R.J.A. , donde conoció a grandes figu­ras del mundo político y cultural: Gabriel del Mazo, Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Darío Alessandro, Luis Dellepiane y Homero Manzi.

 

Comenzó a cursar sus estudios universitarios en la Facultad de Ciencias Económicas en 1941. A partir de ese año y hasta 1943 fue empleado de la entonces Dirección General de Réditos.

Se recibió en 1945 y trabajó en la Unión Obreros y Empleados Municipa­les y luego en la Secretaría de Trabajo y Previsión de la Nación y en el Sindicato del Calzado.

 Por esa época estudió Derecho, tuvo como profesor al Dr. Alfredo L. Palacios.

 

 

Manzi fue el que le aconsejó: “Cantale a los adoquines de Boedo y a los tacones de las chicas del barrio y sobre todo detenete en las brumosas noches de invierno, observá las paredes descascaradas porque también de allí salen los fantasmas de la poesía”.

 

 Y le cantó al barrio y  a su ciudad, pero también plasmó lo social y los laberintos del inconsciente y la indagación filosófica.

 

El poeta Luis Ricardo Furlan en su artículo “La Generación del 50 en la poesía Argentina” aparecido en “Noticias Gráficas” (2-7-61) escribió: “Al­rededor de 1950 la aparición  de un grupo de poetas que replanteaban el significado y el ejercicio de la literatura, se evidencia  una preocupación social y un carácter nacional que revalorizará lo porteño en sus rasgos más populares”.

Este autor ubicaba a todos los no vanguardistas dentro de un denominado “neohumanismo”, pero la lista de los poetas era bien diversa.

Mario Jorge De Lellis y  Roberto Hurtado de Mendoza dirigieron  “Ventana de Buenos Aires”, que comienza a editarse en 1952 y fue una  revista lite­raria con una estética  distinta a la del grupo ·”Poesía de Buenos Aires”, propuso una postura antivanguardista, antiextranjera y antirrómantica (en comparación con las décadas anteriores), nacionalista, popular y porteña.

 La idea era “vivificar el idioma” y una de sus claves fue la aceptación de la palabra coloquial, a través de lo cotidiano llegar a los grandes proble­mas del hombre. Castelpoggi  se desempeño como secretario de Redac­ción  entre 1953 y 1955.

Algunos de los vinculados a  esta publicación mostraban cierta preferencia por la temática porteña o nacional, el lenguaje directo y, en algunos más que otros, el compromiso ideológico: Nira Etchenique, Martín Campos, Fernando Guibert, Osvaldo Rossler, Héctor Yanover, Luis Ricardo Furlan y Fermín Chavez. 

 

Fue uno de los representantes de esa etapa: un poeta lírico que fusionaba la voluntad nacional  con  la nostalgia y el amor al barrio, y  a la vez todo equilibrado con preocupaciones metafísicas, la búsqueda de una expre­sión clara y comprensible que no  actuara en desmedro de lo formal.

Solía explicar  su evolución estilística hacia una poesía basada en “ la sensación que queda intacta al desgastarse la anécdota”, mediante el “camino del misterio” y la “música del silencio”. 

 

En “Diálogos” de Alejandro Elissagaray manifestaba: “Mis preferencias poéticas corren por otro lado. En cuanto a los italianos, debo citarle a los clásicos Petrarca y Dante Alighieri, pero sobre todas las cosas a los con­temporáneos Giusseppe Ungaretti, Salvatore Quasimodo, Eugenio Mon­tale y Vicenzo Cardarelli, por el aporte que le han brindado al género y el universo peculiar que han sabido construir. Sin lugar a dudas, dentro de la producción del siglo, son superiores a los españoles, con la excepción de Antonio Machado, Federico García Lorca, Miguel Hernández, Vicente Aleixandre y Pedro Salinas. No quiero olvidarme tampoco del portugués Fernando Pessoa y del griego Odysseo Ellytis.”

 

Comprendía  que los temas políticos y sociales pueden ser materia de la poesía y no lo contrario. Miguel Angel Asturias elogiando al poeta dijo: ”Es  una poesía invadida por el hombre y un ejemplo de poeta que vuelve a consustanciar su canto con la realidad del mundo”.

 

Lector de Heidegger y sus postulados filosóficos, conocía los senderos de exploración de la existencia.

 

 

De carácter amable, elegante, fino en sus observaciones, de corazón grande y sonrisa franca, era una especie de gran Caballero, amigo de todos y querido por todos. Pablo Penelas Alurralde escribió en 1997: “Precisamente, en esa natural sonrisa, se guarece quizás el secreto del sabor real de la vida, o del significado que ésta representa para el poeta: alegría, conocimiento, sencillez y trascendencia. Esta es la imagen que transmite Castelpoggi, no solo a través de su semblante o de su manera suave de hablar, sino también la de una peculiar postura ante la existen­cia, ante el mundo; aquel que indaga, que descubre o que siente el deve­nir del espíritu y los caminos del hombre en la búsqueda de la fecunda luminosidad interior”.

Fue un buceador de la nostalgia, que según él, “es solo memoria vién­dose pasar”.

 

De imposible encasillamiento, formalmente singular entre los de su generación, su manejo de la metáfora y sus imágenes novedosas (similares y distintas a las de Manzi y Expósito) fueron las herramientas de su solitaria construcción. Ibsen dice por Stockmann: “El hombre más fuerte es el que está mas solo”.

 

Rescató como un arqueólogo miles de imágenes. En el antes citado libro de Elissagaray declaraba: “Otra disciplina artística que me acompaña mu­chísimo desde siempre es el cine. De él pude extraer la técnica del mon­taje para aplicarla en algunos de mis poemas”.

 

Integró brevemente el grupo de poetas “El  Pan Duro” junto con Juan Gelman, Héctor Negro, Julio César Silvain. Juan Hierba, Rosario A. Mase, Jorge De Luca, José Santirso, Hugo Ditaranto, Nicolás Reches y otros.

 

En 1951 ganó el Premio Iniciación junto con Amelia Biagioni y Alfredo Vei­ravé.  En 1952 publicó  “Tierra sustantiva”, ediciones Señal en el Alba.

 

Luego en 1954 “Los hombres del subsuelo”, ediciones Señal en el Alba, Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores.

 

En 1955  su poesía fue incluida en la selección publicada en Montevideo: ”Dieciocho poetas jóvenes argentinos”.

 

Su adhesión al peronismo determinó que, por su seguridad, era menester abandonar el país y en 1956 gracias a una beca de la Cancillería de Brasil dictó un curso de Castellano sobre autores argentinos y latinoamericanos en la Universidad Pontificia de Río de Janeiro.

Ese año aparece “Cuaderno de noticias”, editorial Signo, una clara visión sobre el imperialismo.

 

 

 

 

 

 

Fue , quizás, un puente entre los anteriores guerreros literarios del Grupo Boedo y las nuevas generaciones, que aún hoy sorprenden, como Derlis y Lois.

 

 

En 1958, como asesor literario de Radio Municipal, con la colaboración de Alvarez Vieyra y Margarita Durán, introdujo el tango en esa emisora, donde era exclusiva la música clásica, en el espacio titulado “Conciertos para el mediodía del domingo”, donde  se destacaron Aníbal Troilo, Astor Piazzolla, y Roberto Goyeneche entre tantos otros.

 

Fue periodista del Ministerio de Salud Pública desde 1958 hasta 1969.

 

En 1959 publica “Poema al barrio”, edición del autor y “Frente del Cora­zón” editorial Tirso.

 

De 1960 es “Destino de Buenos Aires”, ediciones Pleamar, Premio Ciudad de Buenos Aires otorgado por un Jurado integrado por Enrique Larreta, Ricardo E, Molinari, Jorge Luis Borges, Lisardo Zia y Fermín Estrella Gu­tiérrez.

 

  El ensayo “Miguel Angel Asturias, un poeta narrador” de 1961, editorial La Mandrágora (publicado por Albin Mitchell en francés en 1969). Al pro­ducirse la edición del libro en ese idioma vive unos meses en París donde dicta conferencias.

 

 En 1962 volvió a Río de Janeiro y Porto Alegre para brindar recitales de su poesía.

 

 “El alucinado” de 1963, ediciones Pleamar,  inicia un nuevo registro en su poesía que  expresa el  mundo onírico o el inconsciente, Premio Leopoldo Lugones de la S.A.D.E. y el Fondo Nacional de las Artes.

 

En  la misma línea  en 1967 da a conocer “Las máscaras”, editorial Kraft, que obtuvo el Premio del Fondo Nacional de las Artes.

Desde ese año hasta 1972 se desempeñó en la Oficina de Publicidad Ci­nematográfica junto a Manuel Antín.

También trabajó en la Biblioteca del Congreso de la Nación desde 1973 a 1976.

 

De 1980 es “El adiós incompleto”, ediciones de la Fundación Argentina para la Poesía, Premio Dodero.

 

 La misma fundación  edita al año siguiente “Los oficios anónimos”.

 

Gran repercusión alcanzó en 1983 la aparición de “Buenos Aires mi amante”, ediciones La Ciudad de los Poetas, Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía.

 

 

 

 

 

 

 

 

Elizabeth Azcona Cranwell escribió  sobre este trabajo en “La Nación” del 18 de Octubre de 1992: ”Lo que vemos siempre aparece bajo una nueva luz. La de la empatía profunda con la ciudad donde nació y se vive. Aun­que para nosotros sea lo corriente, lo cotidiano lo que tal vez amemos más de lo que creemos amar, es para Castelpoggi una imagen de algo más vital y trascendente para quien la muerte es un exilio, es no estar aquí”.

 

El autor declaraba: ”Hay un dato curioso al respecto. A caballo de la indagación de los intersticios urbanos surgió una gradual distensión en mi poesía, es decir un camino signado por la libertad formal en el estricto sentido de la expresión. Buenos Aires engendró en mi el ser ciudadano, la naturaleza de hombre meditabundo y eternamente solitario, pero también el ser poético, la vertiginosa huella de lo desconocido, me ayudó a recalar en los acantilados de la creación. Soy lo que soy a través de Buenos Aires porque Buenos Aires es el mundo.”

 

En 1988 su “Oratorio menor de un aborigen”, editorial Vinciguerra, obtiene el Primer Premio de la Fundación Dupuytren.

 

De 1989 es “El exilio de mis personajes”, editorial Vinciguerra, donde aborda la cuestión filosófica de forma mas completa que en el resto de su obra, Primer Premio de la Poesía Bienal 1988-1989 otorgado por la Muni­cipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y el Segundo Premio Nacional Cuatrienio 1988-1992.

 

“Pecado  de desmesura”, de la misma editorial, apareció en 1991.

 

 “Confesiones de un búho encantado”, de 1994, ediciones Graffiti, Monte­video, Rep. Oriental de Uruguay.

 

Publica en 1995 “Apenas un cuidador de palabras”, editado por Torres Agüero.

 

“Los de mi sangre”,  de 1996, reúne lo social y lo histórico.

 

En “Mitología de mi infancia”, del mismo año, editorial Nueva Generación, rescata los personajes del  cine que lo maravillaban en su niñez.

 

Y en 1997 “Una calle fuera del Tiempo”, ediciones Junta de Estudios His­tóricos de Boedo.

 

 

 

 

 

 

 

José Gobello  afirmó entonces: “Obras como ésta, nacida del amor y no del cálculo, no deben ser arrojadas al albur editorial, sino presentadas como lo que son, hechos culturales, en su propio ámbito, que es el de la cultura... Castelpoggi no es cuando se expide en prosa menos poeta que cuando escribe en verso. Tal vez mire la vida bajo las especies de una vasta y bella metáfora, tal vez no salga al mundo tangible sino cuando la condición humana, que también padecen los poetas, lo hace indispensa­ble. El alma lírica de este gran poeta se brinda entera en este libro que no es propiamente ensayo ni poema; que es, en suma, la biografía de una emoción que no cesa”.

 

Jorge Göttling dijo: “En ‘Una calle fuera del Tiempo’ se hace visible su obsesión por rescatar la memoria barrial”.

“El barrio no es solo un lugar geográfico, sino un mito que llevamos en el corazón”, escribió  el autor en la página 9 de este libro.

 

Pero su nostalgia no es la de los que se quedaron en el pasado.

Decía: “Simplemente transmito la angustia ante la irrupción de un modo frívolo de concebir la vida urbana, fuera de toda búsqueda histórica u ontológica y más proclive a los embustes de una cultura colonial. Creo que a partir de este desgarro existencial, por decirlo así, puede entenderse la naturaleza de mis textos”

 

 

Entre  1989 y 1992 integró el Directorio del Fondo Nacional de las Artes como director de Letras de esa Institución.

 

Fue nombrado Caballero de la Orden del Lengue por la Cofradía del mismo nombre y Socio Honorario de la Junta de Estudios Históricos del Barrio de Boedo.

 

Con el músico Jorge Milikota escribió milongas:  “Memorias de un payador moreno”, “Yo quiero quererte así”, candombes : “Mulata de voz profunda” y “Aquella negra de amor”, también la canción “Asalto”.

 

 

Por Ordenanza    50260 del 8-12-95 emitida por el Cuerpo Legislativo y refrendada por el Poder Ejecutivo Comunal según Decreto 89/96 del 8 de enero de 1996 la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo declara Ciudadano Ilustre. En el mismo año la Sociedad Argentina de Escritores  por el conjunto de su obra poética le otorgó el Gran Premio de Honor. Esta  distinción la recibieron por ejemplo: Olga Orozco, Silvina Ocampo, Victoria Ocampo, J.L. Borges, Ernesto Sabato, Adolfo Bioy Casares y Marcos Aguinis, entre otros.

 

Solía definir su poesía ”como netamente urbana aunque al mismo tiempo metafísica, ya que su paisaje central es el hombre”.

Decía: ”La poesía genera por medio de la imagen algo concreto, su se­mántica y algo abstracto, su música”.

 

 

 

 

San Juan y Boedo apretando mis ojos.

Algo de Manzi estira tus canciones,

..la sensación de pasos por adentro

La melena tibia de alguna muchacha

..que prende mariposas de alegría

 ..entre mis manos de hombre.

 

Pienso que la muerte es un exilio,

..es no estar aquí,

..no poder arrancar de las lágrimas la gruta

del regreso,

perder el recuerdo.

 

 

He nacido en tu Sur

..nombrado por un tango.

Vuelvo a verte como una novia

..un tanto abandonada.

Me reflejo en el ancho horizonte de tus calles

..hermosas

..como si de pronto fueran un espejo en silencio.

Vivo en ti. Te canto.

Y estoy aquí, solo, caminando.

 

 

Desde 1993 a 1997 fue vicepresidente de la Fundación Inca.

 

Su padre le dijo cuando era adolescente: ”El arte hace la vida más sabia, pero más difícil”. Quizás por ese consejo obtuvo su título de contador, tí­tulo que le permitió en varias oportunidades mantener el delicado equili­brio entre la “mística” y la “mástica”.

 

Le gustaba citar a Ramiro de Maetzu: “Si el almirante Cambaceres hubiera tenido una amante como Lady Hamilton, no habría sido Nelson el ganador de la batalla de Trafalgar y España sería grande”. Y en su propia vida su gran amor fue una talentosa mujer, su musa inspiradora, se cono­cieron cuando él tenia dieciocho años: Lydia Argentina Viola, delicada alma, compañera siempre.

 

Y como buen contador aplicó el principio, adaptado por supuesto, de la partida doble, un 28 de abril del año 2001 desde Boedo partió como hom­bre (presencia física) y como cordial amigo, cálida carnadura habitante de su querido barrio.

 

Así terminó como él definía: “Ese capítulo que solo para que nos enten­damos, llamamos vida”...

 

 

 

Nos había dicho: ”...Quizás nos volveremos a ver en algunas sensaciones que ya no existen, en unas calles que solo viven para nosotros, junto a una cortada con voz a púa gangosa, a colilla de cigarrillo impreso en una noche que solo sirve para evocar”.

 

 

Minutos antes del final escribió: “Abro el arcón donde guardo/ retratos, frases, poemas./ El futuro sigue aún manejando el misterio./ En el vacío de la luz/ aún me seduce lo inédito”.

 

Camino al hospital no pronunció palabra, solo se persignó.

 

 

 

 

 

 

ALBERTO DI NARDO

 

 

jueves, 1 de agosto de 2013





              
TEATRO

GIÁCOMO  de Armando Discépolo, con dirección de Raúl Serrano

En el Teatro del Artefacto, Sarandí 760.

 

EL GROTESCO NUESTRO DE CADA DÍA

 

La ética de Armando Discépolo, nacido en Buenos Aires en el año 1887 y fallecido en el año 1971, es probablemente la razón por la cual su obra se mantiene vigente. Desde su juventud cuando llevaba a su hermano Enrique Santos a la casa del artista plástico Facio Hebecker y participaba de las reuniones de intelectuales libertarios, entre otros los hombres que con el tiempo iban a formar colectivos de importancia para nuestra cultura popular como el Grupo Boedo, defendía una posición moral con una fuerte convicción. Como dramaturgo, inspirado por escritores como Dostoievski, Andreiev, Tolstoi  y con la corriente del verismo teatral italiano como Luigi Chiarelli, Luigi Pirandello y Edoardo De Filippo, comenzó a desarrollar una dramaturgia coherente y poderosa. En esos años los aportes del “sainete porteño” y el “grotesco criollo” comenzaban a ocupar un lugar en la cartelera que culminaría como un aporte al corpus teatral del siglo veinte. El primero necesitaba de espacios al aire libre para reflejar la Babel que era el Buenos Aires de entonces con gente venida de todo el mundo, calles del suburbio y especialmente los patios de los conventillos. En el segundo caso las preferencias eran los interiores, casas-corralón, tristes y decadentes habitaciones, atmósferas opresivas siempre con un arracimado conjunto de buscavidas, desclasados para mostrar las angustias y frustraciones de los hombres que habían llegado a estas tierras con la esperanza de hacer L’América y que ya en las primeras décadas del siglo se encontraban con una situación de incertidumbre económica y desigualdad, con convulsiones sociales y  que derivaba de procesos mundiales que desembocarían en la crisis de 1929.No es el objetivo historiar el proceso en ésta breve nota, sólo describir someramente y contextualizar dónde y cómo se gestó éste género teatral. Giácomo, una de los últimos grotescos creados por Discépolo muestra la decadencia de un núcleo familiar, con un personaje central (el que da nombre a la pieza), un inmigrante italiano venido a menos y una jauría de parientes que lo acechan por su probable fortuna hecha en los tiempos de bonanza. No vamos a contar nada más, el espectador debe verla, apreciar y completar la obra según sus propios parámetros.

Jorge Ochoa puede hacer el papel principal luego de una seria y extensa trayectoria, el rol no es para principiantes, hay que transmitir todo el dolor, bajo un disfraz a veces risueño, con una gran expresividad. El elenco que completan Lourdes Cerdán (muy justa en su técnica), Annie Fink, Noelia Torregiani,  Xristian Grilli, el experimentado y sólido Hugo Gregorini y Johana Chiefo  es muy eficaz, teniendo en cuanta que la técnica actoral en éste tipo de obras aparenta, sólo aparenta, ser sencilla.

 

 

La dirección del maestro Raúl Serrano con la asistencia de Manuela Serrano Bruzzo es precisa, necesaria para una dramaturgia de fácil tendencia al desborde. Serrano, un docente muy respetado, rescata en sus cursos de teatro el género del grotesco, injustamente poco frecuentado en la escena local.

En el programa de mano se lee “Somos una sociedad que no distingue un valor de otro, una sociedad grotesca”. Claro, éstas palabras tan ciertas no pueden sino hacernos reflexionar sobre nuestra época, nuestra sociedad, donde los valores de la caridad, la solidaridad, el amor al prójimo sin importar el dinero y el éxito económico están en desuso y reinan la perversidad de los vínculos contaminados por el interés material.

 En resumen: muy buena obra sobre los valores, muy bien resuelta, de gran valor. Porque refleja lo que todos vivimos - de alguna manera- el “grotesco” nuestro de cada día.

 

ALBERTO DI NARDO

JULIO 2013
             

sábado, 20 de julio de 2013


MERCEDES SIMONE

EL Tango y la Dama

 

 

 

El estudio de Radio Belgrano tenía un aspecto de iglesia en los instantes previos a  misa, mucho público, en silencio absoluto, en recogimiento  podría decirse, los asistentes corriendo de aquí para allá, los técnicos  ocupados con los últimos ajustes, el director y sus colaboradores dando las instrucciones finales.

Una hermosa mujer, vestida elegantemente y con un vistoso abrigo repasaba, ya parada frente a uno de los micrófonos,  una partitura.

A su lado los músicos,  de riguroso traje negro, afinaban sus instrumentos. La expectativa era grande: claro, a esa estrella la habían contratado por 7200 pesos mensuales, por cuatro audiciones semanales a diez canciones por cada una; su registro de mezzosoprano,  a excepción de Rosita Quiroga, no era habitual, todas eran sopranos ligeras, aunque Azucena Maizani alcanzaba una amplitud de registro hasta los graves y Ada Falcón lograba tonos bajos. La cifra pagada era toda una fortuna para 1937, más de lo que se le había pagado a  Azucena.

La postura de la estrella demostraba firmeza, seguridad y profesionalismo.

De pronto una orden, unas señas a los operadores del otro lado del vidrio, algunos colaboradores que agachados corrían a sus lugares, un locutor que se encaminaba a su micrófono, una luz roja adosada a una de las paredes del estudio que se encendía  junto a un  cartel con la palabra “silencio” en grandes letras negras. Gestos al público para que comenzara a aplaudir, el estruendo a continuación, y la voz engolada  del “speaker” anunciaba: “ Señoras y señores, respetable público, queridos oyentes de  LR3 Radio Belgrano y la primera broadcastings de emisoras argentinas,  es un placer para mí presentar después de su gira por Brasil a una de nuestras grandes artistas internacionales, la ‘Dama del Tango’:¡ la señora Mercedes Simoneeeee...!!!”; y el clímax: los aplausos y los primeros acordes de “Cantando”.

 

 

Su niñez y adolescencia, sus primeros trabajos

 

 Mercedes Celia Simone  nació en una quinta ubicada en Camino del Centenario y avenida Arana, en Villa Elisa, localidad cercana a  La Plata, provincia de Buenos Aires, el 21 de abril de 1904. Sus padres fueron  Matilde Suárez, nacida en la localidad de Las Flores,  y José Simone, nacido en Catanzaro, Calabria, Italia. Su padre era cuidador de caballos, atendía personalmente los destinados al carruaje de Dardo Rocha (cuentan que una vez, Rocha muy agradecido por su trabajo le quiso otorgar una hectárea a la entrada de la ciudad de las diagonales, pero Simone se negó a aceptarla). En realidad, la familia vivía en la capital bonaerense pero a su padre le habían encomendado cuidar esa propiedad por un tiempo; esa fue la razón de su fortuito nacimiento en ese pueblo. El matrimonio había tenido su primera hija: Josefa, en 1902. Cuando Mercedes tenía diez meses sus padres  se radicaron  en la capital de la provincia, calles 48 y 15, donde vivieron hasta 1914 en que se mudaron a la calle 19, entre 62 y 64, y definitivamente en 1919 a la 64 y  la 8.  A los seis años cantaba en el colegio  Sagrada Familia, radicado en la calle 15 entre 51 y 5; las monjitas iban a enseñarle, además de su instrucción primaria, tejido, costura y la fe religiosa  que la acompañaría toda su vida. Su sueño era ser bailarina pero el destino le tenía preparado otro camino. A los trece ya trabajaba como costurera en el taller de la tienda “La Francesita” de la calle 17, entre 72 y 73;  además armaba las cajas de los populares fósforos "Victoria”  (aquellas cajitas que tenían una gomita para facilitar la apertura),  dos años después ingresó como empleada en la imprenta Benavídez-Charlone en la calle 8;  justamente  ahí  conoció en 1923 al que sería su marido,  con el que contrajo matrimonio el 24 de noviembre del mismo año, además de compañero artístico: el guitarrista Pablo Rodríguez.

 La pareja se mudó  a Villa Elisa, donde Pablo puso una peluquería.

 

 Por esa época adquirió un bandoneón y comenzó a tomar clases con el maestro Domingo Bozzarelli, quien le hizo ver las dificultades que tendría para ejecutar dicho instrumento sugiriéndole que continuara con el canto.

 

Su debut profesional


 

Casi por azar debutó como cantante, en 1926 cuando acompañaba  al dúo integrado por su esposo: Rodríguez y Longo, en una gira por Bahía Blanca, más exactamente  tenían que presentarse en el café-biógrafo “Los Dos Chinos”, Longo enfermó y para salir del paso alguien sugirió que lo reemplazara Mercedes. Y así sucedió, los aplausos de la platea y los encendidos  elogios indicaron que ese era su camino.

Continuaron la gira por Mar del Plata, Tres Arroyos, Tandil, Azul y Olavarría; también se presentaron en el “ Café del Turco Amado” en Ensenada y en el bar “La Marina” de la ciudad de La Plata.

 

 

 

La consagración

 

De regreso  en Buenos Aires, ya como solista, y gracias a un amigo en común de Edgardo Ribot, violinista de Ernesto de la Cruz (autor de “El ciruja”), se presentó el 12 de octubre de 1926 en el café “El Nacional”, Corrientes 974, la “catedral del  tango”, cobrando cuarenta pesos por noche. Más tarde  actuó en el suntuoso  “Chantecler”, Paraná 440, acompañada por Rodríguez y Reynaldo Baudino, donde  según una versión captó la atención de Rosita Quiroga (des-pués amiga de toda la vida), que buscaba voces para el sello discográfico  Victor; otra versión adjudica a Juan Carlos Casas el nexo entre la artista y la grabadora.

Con su pequeña hija, Dora Matilde, nacida el 3 de octubre de 1924,  el matrimonio se radicó en Buenos Aires, en una pensión de la avenida de Mayo, luego se trasladaron a la calle Picheuta, posteriormente en una casa de Villa Devoto donde nació su segundo hijo: Oscar, el 20 de julio de 1930; finalmente se mudaron a la calle Emilio Mitre 781.

 Su estilo vocal grave y mesurado, su técnica depurada, su exacta afinación y perfecta interpretación, tuvieron rápida aceptación.

Su esposo, además de guitarrista, era su representante y secretario.

Ya consagrada, sus presentaciones en el teatro Empire, de Corrientes y Maipú, lugar reservado a las grandes figuras del momento, eran un verdadero acontecimiento y en el Follies Bergêre, en donde una noche la escuchó Carlos Gardel.

El teatro Florida también engalanó la marquesina con su nombre  y en el  Nacional, Corrientes 960, integró el cuadro final en las presentaciones de la compañía de Pepe Arias y Pepita Muñoz.  La participación más importante en un escenario teatral fue con la compañía de revistas del teatro Maipo encabezada por Gloria Guzmán en 1939. Trabajó desde 1932 a 1936 en Radio Splendid y también en Radio El Mundo y Radio Argentina.

 

Pablo Osvaldo Valle la contrata para LOY Estación Flores, que con el tiempo pasó de ser Radio Nacional a denominarse LR3 Radio Belgrano. No faltaban los patrocinadores para sus intervenciones radiales, Cafiaspirina y Sidra La Farruca por citar un ejemplo.

 

Al mismo tiempo siguió con sus actuaciones en cines de la Capital y el Gran Buenos Aires, con el acompañamiento del pianista Eduardo Ferri.

 

Entre 1934 y 1936 estudió canto con el cantante lírico Aldo Rossi; es asombroso que esta haya sido la única preparación formal musicalmente hablando. Este dato nos da una dimensión de su talento y  sus  dotes naturales.

 

En el cine


 

 Ya en  1933  era una figura consagrada;  por eso fue convocada para intervenir en la película “Tango” dirigida por Luis Moglia Barth, donde interpretó su tema “Cantando”, producida por Argentina Sono Film, primer largometraje con sonido óptico incorporado de nuestro país. Fue en realidad una  revista musical que presentaba a todas las grandes figuras del momento: Alberto Gómez, Alicia Vignoli, Azucena Maizani, Luis Sandrini, Libertad Lamarque, Tita Merello, Juan Sarcione y las orquestas de Pedro Maffia, Edgardo Donato, Juan de Dios Filiberto y Osvaldo Fresedo, intervino también en “Sombras porteñas” (1936), dirigida por Daniel Tinayre, y en “Vuelta de Rocha” (1937), de Manuel Romero, donde la acompañaba un joven Hugo del Carril.

También participó en “Ambición” en 1939, donde canta los tangos “Ambición” y “Vendaval”. En 1949 se destacó en  "La otra y yo", en donde, además de  cantar, dobló  en “Pena mulata” a  la actriz Amelia Bence.

 

En realidad, no tenía interés en trabajar más en cine porque consideraba que no era actriz y no  quería descuidar su carrera como cantante, privilegiando sus presentaciones en radio y en recitales en vivo.

 


Eterna viajera


 

Las giras fueron una actividad permanente durante toda su vida. Realizó varias  por Latinoamérica con larga permanencia en Uruguay (muy recordadas  fueron sus intervenciones en CX16  Radio Carve de Montevideo); justamente el 3 de febrero de 1933, con la compañía de revistas del teatro Maipo, cantó en el teatro Solís de Montevideo “Milonga sentimental”, inscribiendo en la historia la famosa anécdota:  luego de escucharla el poeta Fernán Silva Valdés le expreso: “Dígale a ese joven Piana, que usted me dice que es el autor, que él es la milonga misma”. 

 A Chile viajó en varias oportunidades en 1935, 1939 y 1944; asimismo se presentó en Perú, Panamá y Cuba (en este último país en tres ocasiones, trabajando en el teatro Nacional de La Habana y en Radio CMQ). En 1934 actuó en Brasil en el Casino de Urca, en la isla de Guaruyá, y en Radio Tupí, donde fue acompañada por Héctor Stamponi. A este país retornó en 1939, pero a la ciudad de San Pablo, donde la acompañaron  Víctor Buchino  en piano, Roberto Garza en bandoneón y Enrique Cantore en violín, presentándose en Radio Difusora, y ya en Porto Alegre, en Radio Farrupila y Radio Gaucha. En 1944 volvió a Río de Janeiro, donde llegó  a  cantar para las tropas que se estaban embarcando  hacia el continente europeo. En  1940 llegó a México y se presentó en Radio XCW; luego en 1942  retornó  y actuó en el lugar nocturno “El Patio”, el mismo lugar donde cuatro años más tarde se presentaría otra estrella argentina: Libertad Lamarque. Su pianista en esa oportunidad era Juan Carlos Cambón;  con él y su orquesta grabó ocho temas en su segunda visita en 1945. En la capital azteca fue donde la bautizaron “La Dama del Tango”.

En este mismo año viajó a República Dominicana, actuando en la Radio La voz de Yuma. También estuvo en Venezuela, pero en el país donde más tiempo permaneció y  se presentó fue Colombia, donde en 1959  grabó con Cristóbal Herreros.

Sebastián Piana la acompañó durante cinco años con su trío integrado por Roberto Garza en bandoneón y Oscar Kohan en violín; trabajaron en todo el país, incluyendo una gira por la Patagonia que realizaron en un automóvil marca Hudson, que en esos caminos sin pavimentar se quedaba frecuentemente "en la huella". Es conocida la anécdota que sucedió en esa gira. En uno esos accidentados viajes, llegaron a Puerto Deseado a las cuatro de la mañana, todo el pueblo estaba esperándolos;  los músicos y la estrella pidieron solo unos minutos para refrescarse y sacarse los "mamelucos" y pañuelos que los protegieron durante el viaje del inclemente clima patagónico. Y en pocos minutos, ya vestidos de "artistas"  y dando un ejemplo de profesionalidad, actuaron ante el fiel público.

 

Luego   Piana sería reemplazado por el maestro Carlos García.     

 

Realizó  un viaje a Cuba en 1955, donde permaneció siete meses, de ahí partió en gira a Perú, Ecuador, Venezuela y Chile.

 

 

Su repertorio y composiciones

 

Sus primeras grabaciones fueron  registradas el 15 de diciembre de 1927: “Estampa Rea”, de Eduardo de Labar  y Alfredo Navarrine,  y “El morito”, de Oscar Roma y Eugenio Cárdenas. Estas iniciaron un largo y fructífero período en el cual a lo largo de cuatro décadas la artista plasmó en el disco con exquisita calidad su arte. A partir de 1929 el acompañamiento de guitarras es reemplazado por la Orquesta Típica Victor.

 

“Milonga Sentimental”, de Homero Manzi y Sebastián Piana,  la grabó el 4 de octubre de 1932; posteriormente llevaría al disco todas las milongas de este dúo autoral.

Al regreso de una gira por Río de Janeiro trajo una canción de Joracy Camargo y Kekel Tavares: “Favela”, que fue registrada el 27 de junio de 1934.

 

“Háblame de amores, Mariú”, “Milonga triste”, “Milagro”, “Será una noche”, “India”, fueron registradas, entre los años 1936 y 1937. El vals “Noche de Ronda” de Agustín Lara, el 11 de mayo de 1937, y  “Cantando”, compuesto por ella, fue llevado al disco por primera vez  el 13 de agosto de 1931, con la orquesta típica de Adolfo Carabelli. Luego en 1937 y 1953 volvió a llevarla al disco. Esta melodía la utilizaba como cortina musical en sus presentaciones; era, además, su preferida. Canta a dúo en estas grabaciones iniciales en algunas oportunidades con Alberto Gómez y en otras como en el vals “No le quiero mirar”, con Carlos Lafuente. En 1933 registra con la orquesta de Francisco Lomuto el vals “Lo que vieron mis ojos” a dúo con Fernando Díaz.

 

Algunas de las orquestas que la acompañaron en las sesiones de grabación  fueron las de Roberto Garza y Emilio Brameri.

 

Hay  registros muy curiosos, como por ejemplo: “Mi amor lloró”, un samba dulcísimo,  el cual canta a dúo consigo misma. Es un interesante ejercicio volver a escuchar “Cacareando”, de agosto de 1933 y “Cuando no queden esperanzas”, de julio de 1940; ambas interpretadas a dúo con su amigo Charlo.

 

Compuso “Oiga, agente” (1928) y “Angustia” (1928), “Inocencia” (1929), “Ríe, payaso, ríe”, “Zapatos blancos” (1930), “¡Gracias..., gracias a Dios!” (1934), “Incertidumbre” (1940) y “Tu llegada” (1966).

Solamente en nuestro país fijó en el surco doscientos cuarenta y seis temas, de los estilos más variados.

 

Las últimas versiones las realizó con la orquesta de Emilio Brameri entre 1966 y 1967 para el sello H y R.

 

 

 


 


 


Perfil bajo


 

Ya con una situación económica holgada se mudó a su cómoda casa de Emilio Mitre 781, en la cual habitó hasta 1948. Todos sus amigos recordaban sus espléndidas cenas, donde ella misma preparaba todos los platos; le gustaba cocinar y agasajar a sus seres queridos.

 

En 1948 se mudó a su nuevo domicilio: Acoyte 481, donde vivió hasta 1960.

Cultivaba un bajo perfil, disfrutaba de su familia y llevaba una vida austera. Hay una anécdota que ejemplifica bien su humildad: en 1948, Atilio Renzi, funcionario del gobierno, la citó para una audiencia con la señora Eva Perón. Cuando Mercedes llegó con su hija Dora al despacho de ésta en el Concejo Deliberante de la calle Perú, esperó su turno como una ciudadana más; al encontrarse con la primera dama, a la cual conocía anteriormente del medio artístico, e incluso en una oportunidad Eva había participado de una cena en su casa de la calle Emilio Mitre, le  preguntó el motivo de su convocatoria. Eva, con su estilo directo le espetó: “Para verla, simplemente,  no tenía otra manera, a usted no se la ve en reuniones ni actos”. Y mirando a su hija Dora le preguntó a boca de jarro: “¿De qué trabajás?”, a lo cual la joven contestó: “No, soy ama de casa, me casé hace poco”. “De ninguna manera – insistió -, una mujer debe trabajar en algo, mañana me lo vas a ver a fulano de tal en la Dirección de Correos, él te va a indicar tu lugar de trabajo”. Ante tal firmeza no hubo apelación, Dora trabajó más de treinta años en el servicio telefónico, donde se jubiló.

 

 

 

Sus últimos años


 

 

 

Abrió en 1966 su local de tango, que funcionó durante dos años, al cual bautizó “Cantando” en la calle Cangallo 1185, en donde se presentaba acompañada por, nada menos,  el maestro Lucio Demare.

En televisión llegó a participar en el popular programa “Sábados Circulares”.

 

El 17 de junio de 1969 la Academia Porteña del Lunfardo realizó una sesión pública en su honor.

 

Lentamente se iba apagando la vida de una de las grandes figuras femeninas de la historia del tango,  que con su trabajo ayudó a consolidar y difundir.

Vivió en un departamento en Hidalgo 460 y en 1985 se mudó a su último domicilio,  en la avenida Boedo, a metros de su cruce con San Juan. Su hija Dora,  que heredó el humor  y la expresividad de su madre,  en su lozana madurez, cuida  hoy  amorosamente  los recuerdos y el ángel que dejó  habitando  en la casa esa mujer incomparable.

 

José Gobello  escribió: “La admiración que se profesaba  a Azucena Maizani estaba hecha de cariño; la que se profesaba a Rosita Quiroga, de simpatía. A Mercedes Simone se la admiraba respetándola. Infundía respeto y, dentro de las limitaciones del público, una admiración casi intelectual...”.

 

Dijo Horacio Ferrer: “Creadora de un estilo inconfundible, profundo, musicalmente caracterizado por sus frecuentes portamentos y temperamentalmente definido por su gran comunicatividad y su sentido dramático de la versión vocal para el que cobró significativa importancia su gran belleza criolla. Su ductilidad le permitió abordar con  idéntica calidad las más disímiles cuerdas poéticas y musicales del tango: lo cómico en ‘Chorra’, lo descriptivo en ‘Del suburbio’, lo evocativo en ‘Tiempos viejos’, lo  melódico en ‘Claudinette’, lo canyengue en ‘Yo soy la milonguera’. Veinte años antes que Edmundo Rivero y en labor precursora paralela a la de éste  entre los cantores, abrió para las cancionistas la brecha de las voces de baja timbradura, proyectada luego en las modalidades de Margarita Silvestre, Nelly Omar y Alba Solís y Susana Rinaldi entre otras”.

 

Una larga y penosa enfermedad, más absurda aún si se quiere para una fina  cantante como ella, la alejó de los escenarios prematuramente.

 

Falleció en Buenos Aires el 2 de octubre de 1990,  en la Clínica Bazterrica.

 

Doña Mercedes vivió casi todas las etapas del tango: gozó el éxito de las décadas del treinta y el cuarenta,  vivió la paulatina declinación de la música popular en los cincuenta y sesenta. Sufrió la indiferencia general hacia el tango en los  setenta, y  seguramente sufriría hoy al ver el género convertido en pegajosa moda, adocenado, con escasos poetas dedicados al género, algunos muy buenos intérpretes,  excelentes y jóvenes músicos pero también miles de improvisados, que  como esas noches oscuras no hacen más que destacar la luz de una  gran estrella: ella, la “Dama” que sigue brillando.

 

 

 

 

 

 

 

Alberto Jorge Di Nardo

Abril 2004

 

 

 

Bibliografía

 

 

Barcia, José, Tango, tangueros y tangocosas. Ed. Plus Ultra. Bs. As,1976.

Gobello, José,  Letras de tango. Ed. Centro Editor S.A., 1997.

Dos Santos, Estela, Mujeres en el tango, Tango: Magia y Realidad. Ed. Corregidor. Bs. As, 1998.

García Giménez, Francisco, El tango, historia de medio siglo (1880-1930). Eudeba. Bs. As, 1964.

Ferrer, Horacio, El Libro del tango. Ed.  Antonio Tersol. Bs. As, 1980.

Matamoro, Blas, Historia del tango. CEAL. Bs. As, 1971

Gutiérrez Miglio, Roberto, El tango y sus intérpretes, Tomo 2. Ed. Corregidor, Bs. As, 1994.

Sobral, Amanda, Las cancionistas, Tangueando, testimonios, cuentos y poemas. Ed. I.M.F.C. Bs.As. 1992